BARCAS
- Marina Sosa
- 8 mar 2017
- 4 Min. de lectura

La vida consiste en estar en la orilla, subirse a la barca, adentrarse al mar, bajarse de la barca, caminar sobre las aguas y llegar a la otra orilla ... O al menos, así debería de ser.
Debo decirles que esta entrada es para aquellos que están por iniciar una nueva etapa en sus vidas y también para los que realmente están pensando que necesitan un nuevo rumbo pero que tienen ciertos temores y no saben ni por donde empezar.
Así que voy a empezar con esto: No podemos o no deberíamos estar en la zona de confort todo el tiempo, aunque la amemos y no queramos movernos. Sin embargo dejarla puede ser a través de dos formas: 1. Decidimos por nuestra cuenta hacer los cambios necesarios y construir nuevas cosas (Por las buenas) o 2. Dios va a mover todas las piezas necesarias y sacarnos de donde estemos, para que avancemos en cada área de nuestra vida (Así es Él, siempre va a querer lo bueno y lo mejor para nosotros), aunque sintamos y digamos que (fue por las malas, por todo el recorrido que hicimos para animarnos a una nueva etapa).
Una barca es una embarcación pequeña, impulsada por remos, vela o motor, que se utiliza en lugares de aguas tranquilas o poco profundas. Y cuando había la oportunidad de transportarse a través de una de ellas y disminuir la caminata de algunos kilómetros, Jesús y sus discípulos la aprovechaban.
Sin duda la barca además de ahorrarles algunas horas para llegar a su nuevo destino, les proporcionaba también seguridad y comodidad, al menos por un tiempo y en ciertas ocasiones; porque al final de cuentas las aguas son muy impredecibles.
De forma recreativa, estar en la barca representa en nuestras vidas comodidad, un espacio seguro y de protección (Confort), que se transforma en un lugar en el que nos permite desarrollar paz, quietud, sanidad interior o claridad de pensamientos.
Sin embargo el transcurso del tiempo nos va movilizando de forma consciente o inconsciente de la orilla hacia adentro y llega el momento en que en medio del lugar en el que nos encontremos será necesario dejarla; no porque los demás lo han hecho, sino porque nosotros lo necesitamos.
Cada uno de nosotros debemos dejar nuestra barca en el tiempo que nos corresponde. Hacerlo antes implicaría no tener la suficiente paz como para mantener la calma, pensar con claridad y visualizar una dirección; hacerlo después significaría nadar hacía un rumbo con menor claridad y con menor dirección.
Sin embargo cuando la hayamos dejado, en el camino nos vamos a encontrar a diferentes grupos: los que han logrado mantenerse a flote, los que han estado batallando para no hundirse pero por alguna razón aun no logran estabilizarse, los que lo tomaron muy a la ligera se llenaron de ansiedad y se hundieron, y por último los que se lanzaron con impulso siguiendo una voz que los atraía.
Ahora bien, una vez adentro de las aguas a las que nuestra barca nos movió, lo que nos mantendrá a flote fue quién o qué nos impulsó, lo que vimos y decidimos seguir, lo que escuchamos y decidimos aprender.
Sin embargo hay que tomar muy en cuenta que las aguas pueden ser muy peligrosas o pueden estar en calma, todo depende del momento y la razón por la que debes entrar en ellas; pero una vez adentro, ya no hay vuelta atrás.
Aquí les va una pequeña historia. Habían doce personas en una barca que se encontraba a la mitad del mar, la cual había llegado hasta ahí debido a fuertes vientos y olas. Había transcurrido toda la tarde y la noche, y ellos comenzaban a entrar en desesperación. Pero cuando ya era de madrugada vieron de lejos una figura que se iba acercando a ellos caminando sobre el mar.
Al verlo de lejos ellos se asustaron creyendo que era un fantasma lo que veían venir, pero Jesús les hablo inmediatamente ¡Tengan animo!, ¡Yo estoy aquí! y (Que bueno que era Jesús!). Uno de ellos sabía que estaba de cierta forma seguro en la barca, pero definitivamente iba a estarlo aún más con Jesús, incluso si él se encontraba en medio del mar.
Por lo tanto le grito: ¡Si realmente eres tú, ordéname que vaya hacia ti caminando sobre las aguas!; y Jesús le respondió: Sí ven!.
Pedro sabía que aunque en ese momento sintiera temor y probablemente lo estuviera pensando si realmente bajarse o no, iba a lograrlo porque él lo estaba llamando y sin duda lo sostendría para llegar hasta él. (Puedes leer más en Mateo 14: 22 - 33)
No deberíamos lanzarnos hacia la primera salida que pueda ponerse al frente, comenzar o emprender por nuestra cuenta, porque sin dirección, nuestros propios caminos (Decisiones), terminan en frustración y perdida de tiempo.
Si no vemos venir a Jesús al frente, diciéndonos que caminemos hacia él o con él, no deberíamos poner un pie fuera de la barca.
La gente puede considerarse en lo correcto según su propia opinión, pero el Señor examina el corazón. Proverbios 21:2 .
A veces se tienen dificultades porque se comienzan obras por propia iniciativa y luego le pide a Dios que bendiga algo, que él ante todo, nunca los guió a hacer. Joyce Meyer
Pedro pudo tomar la mano que Jesús le extendió mientras se hundía y gritaba ¡Sálvame!; porque sí, debo decirte que Pedro en un momento comenzó a hundirse, pero Jesús venía a su encuentro y esa es la ventaja de tener a Jesús cerca, porque incluso cuando ya decidimos salir de nuestra zona de seguridad, pueden venir algunos pensamientos de temor, pero inmediatamente recordar que no vamos caminando solos.
Tomar nuevas decisiones, emprender nuevos negocios, comprar o vender, moverse o quedarse, son cambios y son nuevos tiempos que nos demandaran que dejemos la barca, sin embargo para tener éxito, para que todo sea prosperado debemos asegurarnos que Jesús nos llamó y nos dijo que era el tiempo para que camináramos con él sobre las aguas.
Finalmente solo logramos llegar al otro extremo porque nos mantuvo hasta el final la fuerza que nos impulso y la voz que nos dirigió.
El que atiende a la palabra prospera y es dichoso el que confía en el Señor. Proverbios 16:20
Comments